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Resumen de la revisión bibliográfica de Stig Bengmark (Institute of Hepatology University College London Medical School), María Dolores Mesa y Ángel Gil (Departamento de Bioquímica y Biología Molecular II, Instituto de Nutrición y Tecnología de Alimentos, Universidad de Granada)
Hasta el momento, la medicina moderna no ha sido capaz
de controlar el desarrollo de las enfermedades agudas y crónicas. La morbilidad
y co-morbilidad de este tipo de enfermedades es extremadamente elevada; estamos
siendo testigos de una epidemia de enfermedades crónicas de dimensiones nunca
vistas, que está extendiéndose hasta los países en vías de desarrollo. Las
enfermedades crónicas, entre las cuales se incluyen las enfermedades
cardiovasculares y neurodegenerativas, la diabetes, el cáncer y las
enfermedades respiratorias, constituyen el 46 % del peso global de enfermedades
y el 59 % de las causas de muerte a nivel mundial. Cada año mueren
aproximadamente 35 millones de individuos en el mundo por causas relacionadas
con enfermedades crónicas, y este número está aumentando en los últimos años.
Cada vez se
acumulan más evidencias que relacionan las enfermedades crónicas con el estilo
de vida moderno: el estrés, la falta de ejercicio, el abuso del tabaco y el
alcohol, así como con el cambio del consumo de alimentos naturales sin procesar
a productos procesados, usualmente energéticamente densos. Existe una gran
asociación entre este tipo de enfermedades con la reducción de la ingesta de
fibras y antioxidantes vegetales y el aumento del consumo de productos
alimentarios industriales, azúcares refinados y almidones.
El calentamiento de
la leche (durante la pasteurización) y, especialmente, la producción y el
almacenamiento de leche en polvo producen grandes cantidades de productos
avanzados de glicación (AGE) y productos avanzados de lipoperoxidación (ALE),
de los cuales se ha descrito su potente actividad como inductores de procesos
inflamatorios. Este dato es especialmente importante ya que la base de muchos
productos alimentarios, como por ejemplo los helados, las soluciones para
nutrición enteral y las fórmulas para alimentación infantil, es la leche en
polvo y sus derivados.
El pan,
principalmente el fabricado a partir de granos que contienen gluten, también es
rico en moléculas con efectos proinflamatorios, de hecho, algunos estudios de
investigación utilizan las cortezas del pan para inducir inflamación
experimental.
Protección derivada del consumo de plantas
Una característica típica en los pacientes con procesos
crónicos y enfermedades críticas es la elevación del grado de inflamación,
principalmente debido al estilo de vida occidental.
El uso de plantas
medicinales y sus componentes activos está siendo cada vez más atractivo para
el tratamiento de varias enfermedades inflamatorias entre pacientes que no
responden a los tratamientos estándar o que no están dispuestos a tomarlos. La
ventaja de los derivados de los alimentos es su relativa escasa toxicidad. En
los años más recientes el interés por la investigación sobre el efecto de las
plantas en enfermedades inflamatorias ha crecido, y lo ha hecho de forma
paralela a la preocupación por los graves efectos secundarios provocados por
los inhibidores sintéticos de la ciclooxigenasa-2 (COX-2).
Las plantas contienen un gran número de sustancias de
naturaleza polifenólica con capacidad para reducir los procesos inflamatorios
y, por lo tanto, incrementar la resistencia a determinadas enfermedades.
Ejemplos de algunos polifenoles son los isotiocianatos presentes en la col y el
brócoli, epigalocatequinas del té verde, capsaicina de las guindillas, chalconas,
rutina y naringenina de las manzanas, resveratrol del vino tinto y de los
cacahuetes, y curcumina y curcuminoides de la cúrcuma (componente principal del curry).
Concretamente, los
efectos de los curcuminoides y de su principal componente, la curcumina, han
sido ampliamente documentados. Los estudios realizados han demostrado que las
principales moléculas derivadas de la cúrcuma poseen una potente actividad
antioxidante, inhiben la ciclooxigenasa 2 (COX-2), la lipoperoxidasa (LPO), el
factor nuclear NF-.B y AGE. Además presentan capacidad inmunomoduladora,
mediante la cual regula la producción de algunas citoquinas y quimioquinas. Por
otro lado, la curcumina es capaz de prevenir la activación de algunos
carcinógenos.
La molécula de curcumina ha demostrado escasa toxicidad
e importantes actividades beneficiosas sobre algunas enfermedades crónicas con
base inflamatoria, como la aterosclerosis, el cáncer, la diabetes, las
enfermedades gástricas, hepáticas, pancreáticas e intestinales, así como
durante el desarrollo de alteraciones neurodegenerativas, oculares y
respiratorias, o frente al daño producido por el humo del tabaco. Se ha
sugerido que la suplementación con curcuminoides podría ser interesante como un
complemento para los tratamientos farmacológicos, además de cómo tratamiento
prebiótico en condiciones en las que no existe una terapia eficaz, como en el
caso de la enfermedad de Crohn, en pacientes ingresados en Unidades de Cuidados
Intensivos durante periodos prolongados, y también en patologías tales como el
cáncer, la cirrosis hepática, la enfermedad renal crónica, la enfermedad
digestiva obstructiva, la diabetes y la enfermedad de Alzheimer.
HEPACUR Un medicamento
fitoterapéutico en base al extracto de Cúrcuma (Curcuma xanthorriza), Boldo (Peumus boldo) y Menta (Mentha
sp.). Indicaciones: Estimula la
función desintoxicante del hígado. Dispepsia (problemas digestivos con
náuseas, dolores abdominales, meteorismo etc.). Esteatorrea. Síndorme post
colecistectomía (Molestias digestivas después de una operación de la
vesícula biliar). |