Global Stats

bajar-de-peso_CONSEJOS.jpg

Importantes Consejos Para Adelgazar


Hoy les queremos compartir algo del interesante libro “Adelgazar después de los 40”de Marie Belouze-Storm y Dr. Arnaud Cocaul (Editorial Marabout, www.larousse.com.mx).

Esta información no solamente es interesante para mujeres ni tampoco sólo para personas mayores de 40 años…

SOBREPESO ES SINÓNIMO DE RIESGO
Los riesgos que ocasiona el sobrepeso, o más precisamente la obesidad, son elevados a cualquier edad. Sin embargo, es verdad que, después de los 40, entre más importante y permanente sea la obesidad, mayores son los riesgos de cualquier índole, tanto para los hombres como para las mujeres.

La obesidad puede favorecer la aparición de una enfermedad metabólica (diabetes, altos niveles de colesterol y triglicéridos) o una hipertensión arterial. También llega a agravar una enfermedad asociada, de tipo respiratorio u osteoarticular e inducir un aumento de los cánceres hormonales dependientes (de útero, ovarios o mama en las mujeres, y de próstata, colorrectal y vías biliares en los hombres).

También ocasiona un aumento importante en padecer de enfermedades en general (y hasta de morir), por complicaciones de tipo cardiovascular (hipertensión, trombosis, infartos), respiratorio (insuficiencia respiratoria, apnea del sueño), digestivo, renal o incluso de la piel.

Se estima que la esperanza de vida de un obeso se reduce en promedio siete años.

¿EL SOBREPESO PUEDE SER OCASIONADO POR TRASTORNOS ENDOCRINOS?

La única patología frecuente que puede provocar un aumento de peso que hay que controlar a partir de cierta edad es la insuficiencia tiroidea. La baja actividad de la tiroides está relacionada con una disminución del metabolismo. Entre los 45 y 50 años, muchas mujeres padecen esta situación y ni siquiera lo saben. Aumentar de peso es un síntoma común, porque una tiroides que se ha vuelto perezosa provoca una producción excesiva de grasa y un incremento en la retención de agua y el colesterol sanguíneo. Cansancio, estreñimiento, manos y pies fríos, pelo seco y frágil son otros de los síntomas del hipotiroidismo.

¿POR QUÉ COMEMOS MÁS CUANDO ESTAMOS DEPRIMIDAS?

No es un misterio que cuando estamos deprimidas, buscamos consuelo ¡y comemos para procurarnos placer y aliviar nuestras penas!

Los alimentos tienen una connotación afectiva. Además, cuando hablamos de placer, nos referimos por lo general a alimentos ricos en calorías; es por eso que sucumbimos a la barra de chocolate y no al frasco de mostaza.

Algunas personas cultivan la nostalgia en exceso, y la comida se convierte entonces en un antídoto, en una adicción como la que otros tienen por el tabaco o las drogas (se habla de conductas adictivas). Es posible explicar científicamente cómo las emociones inducen ciertos comportamientos.

Cuando estamos deprimidas, podemos tener dificultad para respirar, perder el apetito sexual o incluso sufrir una crisis de bulimia. Si bien el cerebro envía mensajes al cuerpo, éste también hace lo propio e informa al cerebro sobre lo que está sintiendo. Por ejemplo, los intestinos y el páncreas son órganos sensibles a las afecciones nerviosas. De ahí se transporta también información al cerebro sobre las sensaciones de hambre y saciedad.

Cuando nos encontramos bien mentalmente, estamos conectados de manera natural con esta información y no comemos más de la cuenta.

EL ESTRÉS HACE ENGORDAR

La vida es exigente y nos lleva al límite, sin darnos siquiera el tiempo para adaptarnos. Todos los días tenemos que enfrentarnos a una computadora rebelde, a la presión en el trabajo o al desempleo, a un divorcio, a padres ancianos o a adolescentes un tanto difíciles. El cuerpo pelea a su manera: los músculos se tensan, el corazón late más rápido, las manos tiemblan y sudan, el rostro se enrojece, pero el cuerpo no está hecho para soportar un estrés prolongado. Es evidente que el estrés es nocivo y ocasiona además un aumento de peso (es mucho menos frecuente que provoque anorexia). El estrés crónico induce un flujo constante de cortisol que estimula la producción de insulina, y ésta a su vez fomenta el almacenamiento de las grasas, en particular a nivel del abdomen. ¡Ahora entendemos por qué el estrés literalmente puede moldear la silueta!

La liberación de insulina es una respuesta del organismo para recargarse de energía, lo que significa que esta hormona estimula el apetito. Si el estrés no disminuye, la necesidad de comer persiste y esto trae como consecuencia directa que la aguja de la báscula suba. Y como engordar es estresante, se convierte en un círculo vicioso.

¡LAS DIETAS ENGORDAN!

Más de 50% de las mujeres confiesa haber estado a dieta: objetivo “talla 7”, ¡una talla mayor sería imperdonable! Las esperanzas son muchas, y la desilusión aún mayor. Entonces, no resistimos más y el lunes siguiente estamos iniciando una nueva dieta y encontrando al círculo infernal de las dietas yoyo. Terminamos por volver a nuestro peso inicial, y además con una ligera ganancia. ¿En qué acaba todo esto después de algunos años? El sobrepeso es lento pero seguro.

¿Por qué? Porque las dietas restrictivas hacen que perdemos masa muscular. Cuando usted come menos, la pérdida de peso afecta a tres componentes de su cuerpo: el agua, el músculo y la masa grasa. De seguro piensa “Estupendo, si ingiero menos calorías, perderé grasa”. Pues se equivoca: como el músculo es el que más consume, resulta ser el más afectado. Dicho de otro modo, hacer una dieta significa, antes que nada, perder músculo.

En cuanto vuelva a comer normalmente, y sin tomar en cuenta siquiera los excesos que se cometen después de una dieta, ¿a dónde van a parar esas calorías de más? ¡A la masa grasa! Su organismo es muy inteligente: ¡almacena para prevenir la siguiente hambruna! Usted aumenta de peso y su silueta adquiere un volumen mayor al que tenía antes de la dieta. La alternancia de períodos de “vacas flacas” y de “vacas gordas” tiene consecuencias en el metabolismo; el resultado se conoce como efecto de rebote. También hay que tomar en cuenta el aspecto psicológico: estar sometidos a un estado de control permanente resulta agotador: tarde o temprano terminamos por abandonar la dieta. Una restricción seguida de una compulsión no es buena para el estado de ánimo. Cuando hablamos de estrés, también nos referimos a picar aquí y allá para compensar… ¡no existe final feliz en la saga de las dietas!

Es indispensable establecer una nueva relación con la comida, a la vez más intuitiva y más serena.

ACABEMOS CON LOS MITOS

“Comer sólo ensaladas hace bajar de peso”

Comer lo mismo que un conejo es una estrategia a corto plazo y una manera de alimentarse particularmente desequilibrada. Las ensaladas y las verduras crudas la harán bajar de peso al principio, pero esta situación no durará mucho porque habrá una carencia de proteínas. Si no come suficientes proteínas, se expone a perder más músculos que grasa.

“La mejor estrategia es exagerar el consumo de alimentos bajos en calorías”

¿Y dónde queda el placer en todo esto?

En primer lugar, darse un atracón (una comida exagerada), se trate o no de alimentos bajos en calorías, es un concepto inaceptable desde el punto de vista moral y dietético, porque significa que no tiene ningún control sobre sus impulsos ni sobre su apetito.

Disociar sitemáticamente la razón y el antojo es abrirle la puerta a conductas de compensación: cuando se harta de la ensalada, corre a abalanzarse sobre el pastel de chocolate.

EL APETITO BAJO CONTROL

Lo que comemos y cuánto comemos influye en el apetito. Como por casualidad, los pasteles siempre nos dejan una ligera sensación de insatisfacción… Esto es normal porque las proetínas llenan más que las grasas o los azúcares. Por lo tanto, debemos estar pendientes de las señales de saciedad que el cuerpo nos envía y hacer una pausa antes de seguir comiendo porque, aunque el cerebro se tarda 20 minautos en registrar la información de saciedad, contamos con otras señales de control que nos indican si la cantidad de nutrientes que hemos ingerido es suficiente y adecuada. Se pone en marcha todo un proceso de control. Primero, el estómago se distiende, su pared percibe esa distensión y la comunica a los centros nerviosos; después, el bolo alimenticio, machacado por el estómago, pasa al intestino, que lo analiza y envía la información al cerebro. Finalmente, el hígado, en donde convergen los diferentes nutrientes antes de ser distribuidos en las células, “aconseja” a los centros que controlan la ingesta de alimentos sobre la pertinencia de detenerse o de seguir comiendo.

En conclusión, sin considerar los complicados mecanismos elaborados por nuestro cuerpo, es prudente comer cuando sentimos hambre y dejar de hacerlo cuando el placer ha desaparecido.

Del mismo modo, tendrá que preguntarse si lo que siente de veras es hambre o se trata simplemente de sed. A menudo confundimos las señales de deshidratación y de hambre. Beba agua y luego piense.

ALGUNOS CONSEJOS

Dejar de contar las calorías y confiar más en nosotras mismas; visualizar las cantidades (¿Qué representan 100 g de pasta?). Haga comidas menos abundantes para disminuir el monto global de las calorías y acostumbrarse a comer menos.

Mastique despacio, relájese antes de empezar a comer y deje sus cubiertos sobre el plato después de unos cuantos bocados, o también divida su bocado en dos. Determine el grado de saciedad en una escala del 1 al 10 y deténgase cuando llegue a cinco, es más que suficiente.

Dedíquele tiempo a sus comidas y olvídese del estrés. Cocine usted misma cuando le sea posible (en vez de comprar platos preparados). Ponga bonita su mesa (no le tomará mucho tiempo) y coma tranquila (sin ver televisión).

Pésese sólo una vez a la semana, obligatoriamente (por la mañana, en ayunas y con ropa ligera, después de orinar y mejor si lo hace siempre en la misma báscula).

Prefiera las aves (quíteles siempre la piel), que tiene menos grasa que la carne roja.
Empiece la comida con una sopa, esto ayuda a comer menos.

Cuando no resista la tentación de comer un plato de papas fritas, acompáñelas con ensalada verde y así comerá menos.

Asegúrese de consumir proteínas en cantidades suficientes. Con la edad, debemos prevenir la pérdida de tejidos nobles (los músculos) y con mayor razón si estamos cuidando nuestro aporte energético (calorías). Cuando hay una carencia de proteínas, los músculos se debilitan y estamos más propensos a sufrir infecciones. Además, una falta de proteínas frena el metabolismo y disminuye el gasto energético; a largo plazo, el fenómeno provoca un aumento de peso. En la práctica, es cuestión de consumir una porción de proteínas en cada comida, ya sean lácteos o proteínas de buena calidad (carne magra, pollo o pescado).

El agua ayuda a eliminar residuos. Un organismo que adelgaza produce una mayor cantidad de residuos, y beber un litro y medio de agua al día ayuda al riñón a eliminar esos residuos demás.